Por @_LaAlameda
José Alberto era un niño muy querido, todos lo estimaban, siempre sacaba una sonrisa de quienes estaban a su alrededor. y a veces hasta los aconsejaba. No era, es muy querido. Está en el pensamiento de los suyos todo el tiempo. Todos lo extrañan, sobre todo sus padres y hermanos mayores. Era el menor, el consentido.
María Emma Mora Liberato tiene una voz apacible, dulce, joven, a pesar de que su hijo desapareció desde el 20 de septiembre de 2011 cuando tenía 14 años. Por momentos se le quiebra la voz: el llanto anida en su garganta. La escuchamos respirar profundo y retomar el hilo de su historia.
No lo dice, pero sabemos que repasa una y otra vez cada momento de aquel día 20 de septiembre. José Alberto tiene ya 17 años y no se sabe nada de él. Desde hace ya casi 36 meses María mantiene activa su cuenta de twitter @fresamorita con la esperanza de que su hijo se comunique con ella, porque él sabía de la existencia de ésta.
María Emma es una mujer de trabajo. Sale diariamente a laborar porque para continuar con la búsqueda de José Alberto se necesitan recursos para desplazarse de un sitio a otro. Como la mayoría de los mexicanos vive al día y para continuar su búsqueda, volantear o preguntar en dependencias o iglesias se ocupa el dinero.
No todos los parientes de desaparecidos tienen el suficiente capital económico o las relaciones sociales de algunas personas, como los padres de una chica que presuntamente fue secuestrada el año pasado en un exclusivo fraccionamiento de la ciudad de México, el caso se difundió con celeridad a través de los medios de comunicación más importantes y los conductores más reconocidos divulgaron el caso con fervor patrio. Poco después se supo que la adolescente hizo un berrinche y estaba en un convento de alguna entidad cercana al DF. Muy pocos tienen esa capacidad económica y de convocatoria. Somos más los ciudadanos de a pie.
Ella no se desanima, sigue adelante con la cruz a cuestas, asume con entereza el calvario que le toca vivir, al igual que miles de madres de desaparecidos que mantienen la esperanza de encontrar a los suyos con vida.
Refiere que tras la desaparición de su hijo denunció los hechos ante la Procuraduría General de Justicia del estado de Guerrero. la dependencia le puso un “negociador” cuando los presuntos plagiarios de su hijo se comunicaron con ella y entablaron pláticas para liberarlo. Negociar una vida, lastimar para obtener dinero… vaya negocio.
María Emma y José Guadalupe Téllez Castrejón empezaron a vivir una pesadilla desde aquel 20 de septiembre cuando José Alberto salió de su casa a las diez de la mañana para ir a la escuela. Nunca regresó, pero lo que sí hizo su entrada triunfal en la vida de estas personas fue una llamada telefónica a través de la cual les exigían un millón de pesos por el rescate del niño. Poco después los captores se volvieron a comunicar para preguntarle a la familia cuánto dinero tenía, que reuniera 100 mil pesos, pero los Téllez Mora no tenían dicha suma, ni siquiera la mitad, de cualquier forma José Alberto no apareció.
Ella reprocha el dispendio del gobierno estatal cuando realiza muestras de equipo castrense que sólo está de exhibición porque en la realidad no se ocupa para nada, no le dan un buen fin, por lo menos para ayudar en la búsqueda de tantos sin localizar.
“Cuando llegó el ‘Guerrero Seguro’ lo que querían era quedar bien con el turismo y no así con nosotros y no nos dieron la atención como se requería al principio”, comentó su esposo en alguna ocasión.
Pasaron los días, algunos fueron detenidos e inculpados por el supuesto plagio del menor. durante su declaración ministerial los sujetos aceptaron su participación en este deplorable hecho. Después, en su declaración preparatoria negaron los cargos que les imputan y dijeron que habían sido obligados a declarar bajo amenazas y golpes. No lo hicimos, aseveran, y nadie los saca de ahí.
Ahora los parientes de estas personas muestran animadversión hacia la familia de José Alberto. Ahora los inculpados son las víctimas y los ofensores, María Emma y los suyos. De qué se trata. Una tragedia se engarza a otra. Cmbio de roles gracias a la inoperancia de las autoridades.
La investigación de la desaparición del jovencito de ahora 17 años está entrampada, varada. Su expediente se suma a muchos otros legajos que se empolvan en los estantes de la procuraduría.
María Emma se desespera porque muchas veces ha ido a la dependencia a solicitar una entrevista con el procurador en turno. La atienden funcionarios menores que le dan largas, le mienten. En ocasiones hasta la reconvienen porque llora o exige celeridad. La canalizan con otros funcionarios menores, más menores en todos los sentidos, pero no hay avance, y José Alberto sigue sin aparecer.
Ella no desiste, se preocupa. no sabe cómo está, en dónde, con quiénes. Les ha dicho a los funcionarios que la han atendido que se pongan en su lugar. Si tuviera a Miguel Osorio Chong frente a ella, mirándola a los ojos, le diría que ponga a trabajar a su gente, que den resultados, que no inventen cifras, que no maquillen la tragedia.
Ellos, los funcionarios, los encargados de velar por nuestra seguridad, al salir de sus hogares, tienen la oportunidad de despedirse de sus hijos, de besarlos, de abrazarlos. Ella no, pero eso no lo entienden, la ven como a una mujer más que llega a las oficinas a incomodarlos, a recordarles que deben realizar su labor con calidad, calidez y mucho de humildad, pero los funcionarios menores se crecen al castigo y se enconchan, se bañan en sus jugos, deleitándose en el pequeño poder que ostentan y que creen los mantiene alejados de lo que ocurre a otros.
María Emma sigue en pie de lucha. el llanto está a punto de hacerla enmudecer, se lamenta, se duele por no haber realizado algunas cosas con celeridad cuando desapareció José Alberto. Repasa cada minuto perdido, pudo haber usado mantas plásticas con la imagen del niño, volantear por todas partes, pedir que en las casetas de la Autopista del Sol se pidiera a los automovilistas que permitieran la revisión de las cajuelas de sus vehículos. pudo haber realizado muchas cosas, pero no, nadie está preparado para un caso así, a pesar de las recomendaciones que las autoridades hacen. Nadie está listo. Tales hechos rebasan a los más precavidos.
La mamá de José Alberto se ha unido esporádicamente a grupos de madres de desaparecidos, pero nadie sabe si por la misma problemática que cada familia arrastra estas uniones carecen de cohesión. Cada quien está en lo suyo, tras los suyos, al pendiente de cualquier pista que los lleve en pos de sus seres queridos. Ni hablar. Las cosas son así.
El 2 de marzo salió a bordar por los no localizados afuera del Centro de Convenciones de Acapulco, sólo dos representantes de medios de comunicación cubrieron sus acciones. Apareció una notita en el periódico. Poco después el grupo se desmembró, la madre de uno de los jóvenes desaparecidos viaja constantemente a Monterrey, otra a Zacatecas, cada una con su bagaje a cuestas, con el dolor insoportable que les carcome a diario, pero no lo suficiente porque siguen en pie.
María Emma, a lo largo de estos ya casi 36 meses sin José Alberto se ha dado cuenta que la principal labor de búsqueda terminan realizándola los familiares, por ello propone que se impriman volantes con los datos y fotografías de las personas buscadas y que se repartan en oficinas públicas, en centros comerciales y en templos, a propósito de este asunto la mujer destaca que hay una red parroquial a la que deben acercarse quienes estén en similar situación porque la retícula está bien comunicada y hay albergues a los cuales llegan cientos de personas, por distintas razones.
Insiste en brigadear en sitios públicos en donde conviven citadinos y personas que llegan de poblaciones lejanas. no hay más que difundir, ya que quienes deben hacerlo no lo hacen.
María Emma no se duerme en sus laureles. Nada la amilana y está consciente de que no debe desistir. Ella agradece a las personas que sin conocerla le brindan ese apoyo moral que tanta falta hace para abonar la fortaleza. Sabe de la importancia que tienen las redes sociales y es partidaria de la difusión de las fichas con los rostros y datos de los desaparecidos. mientras más personas las vean hay mayores posibilidades de lograr algo.
Hace tiempo puso este mensaje en la Internet:
"Quiero tocar sus corazones y pedirles que a través de las redes sociales hagan circular la foto de mi angelito con el fin de que llegue a todos los rincones y alguien pueda dar información para encontrarlo.
"No está de más decirles que mi fe y esperanza están puestos en Dios y sé que él me lo está cuidando y con la ayuda de todos ustedes podemos tocar el corazón de aquellas personas que puedan identificarlo.
"Tomen el teléfono la llamada es sin costo ... por favo,r les suplicamos su ayuda.
"José Alberto Téllez Mora, desapareció el 20 de septiembre de 2011, de la calle Ortiz Monasterio de la colonia Icacos en Acapulco, Guerrero. Vestía pantalón de mezclilla color azul, playera tipo polo color gris, con el escudo de la escuela Cemas (Centro Educativo de Matemáticas Prof. Aníbal Santana) y tenis color blanco con franjas azules. Si tiene información para su localización favor de comunicarse al 018008417880. De corazón, gracias. José y Emma."
María Emma no deja de pensarlo. José Alberto la piensa, también, suponemos. Que pronto se reúnan, deseamos de corazón que así sea.
José Alberto era un niño muy querido, todos lo estimaban, siempre sacaba una sonrisa de quienes estaban a su alrededor. y a veces hasta los aconsejaba. No era, es muy querido. Está en el pensamiento de los suyos todo el tiempo. Todos lo extrañan, sobre todo sus padres y hermanos mayores. Era el menor, el consentido.
María Emma Mora Liberato tiene una voz apacible, dulce, joven, a pesar de que su hijo desapareció desde el 20 de septiembre de 2011 cuando tenía 14 años. Por momentos se le quiebra la voz: el llanto anida en su garganta. La escuchamos respirar profundo y retomar el hilo de su historia.
No lo dice, pero sabemos que repasa una y otra vez cada momento de aquel día 20 de septiembre. José Alberto tiene ya 17 años y no se sabe nada de él. Desde hace ya casi 36 meses María mantiene activa su cuenta de twitter @fresamorita con la esperanza de que su hijo se comunique con ella, porque él sabía de la existencia de ésta.
María Emma es una mujer de trabajo. Sale diariamente a laborar porque para continuar con la búsqueda de José Alberto se necesitan recursos para desplazarse de un sitio a otro. Como la mayoría de los mexicanos vive al día y para continuar su búsqueda, volantear o preguntar en dependencias o iglesias se ocupa el dinero.
No todos los parientes de desaparecidos tienen el suficiente capital económico o las relaciones sociales de algunas personas, como los padres de una chica que presuntamente fue secuestrada el año pasado en un exclusivo fraccionamiento de la ciudad de México, el caso se difundió con celeridad a través de los medios de comunicación más importantes y los conductores más reconocidos divulgaron el caso con fervor patrio. Poco después se supo que la adolescente hizo un berrinche y estaba en un convento de alguna entidad cercana al DF. Muy pocos tienen esa capacidad económica y de convocatoria. Somos más los ciudadanos de a pie.
Ella no se desanima, sigue adelante con la cruz a cuestas, asume con entereza el calvario que le toca vivir, al igual que miles de madres de desaparecidos que mantienen la esperanza de encontrar a los suyos con vida.
Refiere que tras la desaparición de su hijo denunció los hechos ante la Procuraduría General de Justicia del estado de Guerrero. la dependencia le puso un “negociador” cuando los presuntos plagiarios de su hijo se comunicaron con ella y entablaron pláticas para liberarlo. Negociar una vida, lastimar para obtener dinero… vaya negocio.
María Emma y José Guadalupe Téllez Castrejón empezaron a vivir una pesadilla desde aquel 20 de septiembre cuando José Alberto salió de su casa a las diez de la mañana para ir a la escuela. Nunca regresó, pero lo que sí hizo su entrada triunfal en la vida de estas personas fue una llamada telefónica a través de la cual les exigían un millón de pesos por el rescate del niño. Poco después los captores se volvieron a comunicar para preguntarle a la familia cuánto dinero tenía, que reuniera 100 mil pesos, pero los Téllez Mora no tenían dicha suma, ni siquiera la mitad, de cualquier forma José Alberto no apareció.
Ella reprocha el dispendio del gobierno estatal cuando realiza muestras de equipo castrense que sólo está de exhibición porque en la realidad no se ocupa para nada, no le dan un buen fin, por lo menos para ayudar en la búsqueda de tantos sin localizar.
“Cuando llegó el ‘Guerrero Seguro’ lo que querían era quedar bien con el turismo y no así con nosotros y no nos dieron la atención como se requería al principio”, comentó su esposo en alguna ocasión.
Pasaron los días, algunos fueron detenidos e inculpados por el supuesto plagio del menor. durante su declaración ministerial los sujetos aceptaron su participación en este deplorable hecho. Después, en su declaración preparatoria negaron los cargos que les imputan y dijeron que habían sido obligados a declarar bajo amenazas y golpes. No lo hicimos, aseveran, y nadie los saca de ahí.
Ahora los parientes de estas personas muestran animadversión hacia la familia de José Alberto. Ahora los inculpados son las víctimas y los ofensores, María Emma y los suyos. De qué se trata. Una tragedia se engarza a otra. Cmbio de roles gracias a la inoperancia de las autoridades.
La investigación de la desaparición del jovencito de ahora 17 años está entrampada, varada. Su expediente se suma a muchos otros legajos que se empolvan en los estantes de la procuraduría.
María Emma se desespera porque muchas veces ha ido a la dependencia a solicitar una entrevista con el procurador en turno. La atienden funcionarios menores que le dan largas, le mienten. En ocasiones hasta la reconvienen porque llora o exige celeridad. La canalizan con otros funcionarios menores, más menores en todos los sentidos, pero no hay avance, y José Alberto sigue sin aparecer.
Ella no desiste, se preocupa. no sabe cómo está, en dónde, con quiénes. Les ha dicho a los funcionarios que la han atendido que se pongan en su lugar. Si tuviera a Miguel Osorio Chong frente a ella, mirándola a los ojos, le diría que ponga a trabajar a su gente, que den resultados, que no inventen cifras, que no maquillen la tragedia.
Ellos, los funcionarios, los encargados de velar por nuestra seguridad, al salir de sus hogares, tienen la oportunidad de despedirse de sus hijos, de besarlos, de abrazarlos. Ella no, pero eso no lo entienden, la ven como a una mujer más que llega a las oficinas a incomodarlos, a recordarles que deben realizar su labor con calidad, calidez y mucho de humildad, pero los funcionarios menores se crecen al castigo y se enconchan, se bañan en sus jugos, deleitándose en el pequeño poder que ostentan y que creen los mantiene alejados de lo que ocurre a otros.
María Emma sigue en pie de lucha. el llanto está a punto de hacerla enmudecer, se lamenta, se duele por no haber realizado algunas cosas con celeridad cuando desapareció José Alberto. Repasa cada minuto perdido, pudo haber usado mantas plásticas con la imagen del niño, volantear por todas partes, pedir que en las casetas de la Autopista del Sol se pidiera a los automovilistas que permitieran la revisión de las cajuelas de sus vehículos. pudo haber realizado muchas cosas, pero no, nadie está preparado para un caso así, a pesar de las recomendaciones que las autoridades hacen. Nadie está listo. Tales hechos rebasan a los más precavidos.
La mamá de José Alberto se ha unido esporádicamente a grupos de madres de desaparecidos, pero nadie sabe si por la misma problemática que cada familia arrastra estas uniones carecen de cohesión. Cada quien está en lo suyo, tras los suyos, al pendiente de cualquier pista que los lleve en pos de sus seres queridos. Ni hablar. Las cosas son así.
El 2 de marzo salió a bordar por los no localizados afuera del Centro de Convenciones de Acapulco, sólo dos representantes de medios de comunicación cubrieron sus acciones. Apareció una notita en el periódico. Poco después el grupo se desmembró, la madre de uno de los jóvenes desaparecidos viaja constantemente a Monterrey, otra a Zacatecas, cada una con su bagaje a cuestas, con el dolor insoportable que les carcome a diario, pero no lo suficiente porque siguen en pie.
María Emma, a lo largo de estos ya casi 36 meses sin José Alberto se ha dado cuenta que la principal labor de búsqueda terminan realizándola los familiares, por ello propone que se impriman volantes con los datos y fotografías de las personas buscadas y que se repartan en oficinas públicas, en centros comerciales y en templos, a propósito de este asunto la mujer destaca que hay una red parroquial a la que deben acercarse quienes estén en similar situación porque la retícula está bien comunicada y hay albergues a los cuales llegan cientos de personas, por distintas razones.
Insiste en brigadear en sitios públicos en donde conviven citadinos y personas que llegan de poblaciones lejanas. no hay más que difundir, ya que quienes deben hacerlo no lo hacen.
María Emma no se duerme en sus laureles. Nada la amilana y está consciente de que no debe desistir. Ella agradece a las personas que sin conocerla le brindan ese apoyo moral que tanta falta hace para abonar la fortaleza. Sabe de la importancia que tienen las redes sociales y es partidaria de la difusión de las fichas con los rostros y datos de los desaparecidos. mientras más personas las vean hay mayores posibilidades de lograr algo.
Hace tiempo puso este mensaje en la Internet:
"Quiero tocar sus corazones y pedirles que a través de las redes sociales hagan circular la foto de mi angelito con el fin de que llegue a todos los rincones y alguien pueda dar información para encontrarlo.
"No está de más decirles que mi fe y esperanza están puestos en Dios y sé que él me lo está cuidando y con la ayuda de todos ustedes podemos tocar el corazón de aquellas personas que puedan identificarlo.
"Tomen el teléfono la llamada es sin costo ... por favo,r les suplicamos su ayuda.
"José Alberto Téllez Mora, desapareció el 20 de septiembre de 2011, de la calle Ortiz Monasterio de la colonia Icacos en Acapulco, Guerrero. Vestía pantalón de mezclilla color azul, playera tipo polo color gris, con el escudo de la escuela Cemas (Centro Educativo de Matemáticas Prof. Aníbal Santana) y tenis color blanco con franjas azules. Si tiene información para su localización favor de comunicarse al 018008417880. De corazón, gracias. José y Emma."
María Emma no deja de pensarlo. José Alberto la piensa, también, suponemos. Que pronto se reúnan, deseamos de corazón que así sea.