Por @_LaAlameda
La juventud se impone, y cómo no si cada joven es un votante potencial. Dadme una credencial de elector y potenciaré la camisa y corbata como Psy en un Gangnam Style región cuarta. Dadme miles de credenciales de elector y cimbraré los pies de barro de nuestro actual Tlatoani y apuntalaré mi futuro.
Justo cuando el destino nos alcanzaba con los casos terribles de Atlatlaya e Iguala, más rápido que un flato de dragón Osorio Chong se dio el martes un baño de juventud, de pueblo unido jamás será vencido. La ocasión la pintan calva (sin agraviar a Salinas).
No hizo falta que hablara del oscuro futuro que nos aguarda tras el próximo parpadeo. No hubo necesidad de gritar, de jaloneos o zapes ni hablar de los “ninis”, del aborto por todos tan temido o sacar de la manga la nómina de falacias, suturas y logros fallidos.
Sus asesores seguramente le dijeron: “Señor Secretario, todo está controlado, que dice Mancera que no hay riesgo. Suba al escenario, luzca casual, sin caer en lo informal, (ya ve que pugnamos por la formalidad). Mire a los muchachos con respeto y hasta con cierto temor, sin caer en lo foxiano, como si estuviera frente al pizarrón. Recuerde que usted también usó Clearasil. Finja acceder a cada momento: si tiene que leer, pues lea. Si hay que llorar, gimotee. Si hay que fijar plazo, cédales la iniciativa. Del Cielo nos ha caído este regalito. San Jackie Yang nos oyó”. O algo así.
De más está decir que Osorio Chong aprovechó el momento, (Oh, Juventud, mi divino Tesorito, tal vez pensaría) relamiéndose las expectativas de ser el Funcionario que solucionó el conflicto del “Poli”, sin que se derramara ni una gota de sudor, claro, alguien tenía que caer y pues mejor la Yoloxóchitl y no alguien del círculo espumoso y cercano. Mejor escenario ni en Viña del Mar.
Daba gusto ver a Osorio, como un Marty McFly ya entrado en triglicéridos. Tal vez recordó sus años mozos cuando convencía a las juventudes revolucionarias hidalguenses. No todos toman al toro por los cuernos (con perdón de los animalistas).
Ahora bien, por qué cuando lo buscan las madres de los desaparecidos --víctimas colaterales de las omisiones y goznes oxidados de la maquinaria inquisitorial-- entonces jamás asoma el testuz, ni él ni otros.
Parece que nadie quiere enfrentar este problema. Delegan en ambiciosos activistas de cuello blanco las funciones dilatorias, quienes describen esta tragedia con palabras insulsas ante conductores de televisión con la piel más restirada que el salario mínimo. Los buscamos con presunción de vida, dicen, como si realmente les preocuparan.
Los desaparecidos son el ébola que nos contagió el calderonismo. Seguro sus asesores le dicen que un país con desaparecidos es una mala tarjeta de presentación en esta aldea global que hoy nos honra con su omnipresencia.
Tras sus fallidas audiciones cuando da lectura a las cifras “rasuradas” de los no localizados no se le ve la menor intención de hablar con madres, padres, hijos que han tenido que buscar por sí mismos alternativas de búsqueda porque las autoridades sólo brindan rechazos, dilaciones y omisiones. Breves exposiciones, lecturas tiesas, no contacto o sonrisa fingida, distancia de por medio.
No es lo mismo enfrentarse a las madres dolientes, maduras, curtidas por el llanto y la desesperación, a enfrentar a miles de jóvenes cuyas peticiones pueden resolverse sin tener que pasar momentos de increpaciones merecidas, pero jamás difundidas. El prometer no empobrece, el ráting es el que se arruga.
Para los políticos es más fácil fingir que cancelarían el reglamento interno del IPN que buscar a todos los que faltan. Es más sencillo prometer la derogación de los planes que tecnifiquen la educación que hacer planes de búsqueda tecnificada para evitar dolor en tantas casas.
Y apenas la semana pasada tuvieron que quitar a las madres de las muertas de Juárez que llegaron a “incordiar” al exterior de los sacros aposentos. Lo bueno que él no estaba ahí. Pero Dios es grande, no cabe la menor duda (ni la metódica).
Qué pasaría si todos los familiares de desaparecidos hicieran una marcha multitudinaria y se dirigieran a Bucareli para ver al Señor Secretario y entregarle un pliego petitorio. Ni imaginarlo. A las primeras de cambio entrarían en acción los uniformados para deshacer esa “sedicente” manifestación.
Sin embargo, una protesta estudiantil pacífica del siglo XXI es como un lienzo para el político diestro en pintar angelitos negros que pinta con amor. Reconocemos su movimiento, espeta con suficiencia. Nuestra demagogia se ha cubierto de gloria.
El martes por la noche el titular de la Segob durmió como un bendito. Ayer, el miércoles, al otro día le pasaron la síntesis de medios y en cada nota, video o audio surgía él como un arcángel pedagógico, garante de la paz y el diálogo. Ha nacido otra estrella.
Inédito, dice una conductora con estrabismo: “Nunca se había visto algo así, que un funcionario de tan alto rango se mezclara con el pueblo, y luego con los del ‘Poli’, hágame usted favor”.
No hay como colgarse de un movimiento estudiantil y echar los triglicéridos a remojar. ¡Huelum!
La juventud se impone, y cómo no si cada joven es un votante potencial. Dadme una credencial de elector y potenciaré la camisa y corbata como Psy en un Gangnam Style región cuarta. Dadme miles de credenciales de elector y cimbraré los pies de barro de nuestro actual Tlatoani y apuntalaré mi futuro.
Justo cuando el destino nos alcanzaba con los casos terribles de Atlatlaya e Iguala, más rápido que un flato de dragón Osorio Chong se dio el martes un baño de juventud, de pueblo unido jamás será vencido. La ocasión la pintan calva (sin agraviar a Salinas).
No hizo falta que hablara del oscuro futuro que nos aguarda tras el próximo parpadeo. No hubo necesidad de gritar, de jaloneos o zapes ni hablar de los “ninis”, del aborto por todos tan temido o sacar de la manga la nómina de falacias, suturas y logros fallidos.
Sus asesores seguramente le dijeron: “Señor Secretario, todo está controlado, que dice Mancera que no hay riesgo. Suba al escenario, luzca casual, sin caer en lo informal, (ya ve que pugnamos por la formalidad). Mire a los muchachos con respeto y hasta con cierto temor, sin caer en lo foxiano, como si estuviera frente al pizarrón. Recuerde que usted también usó Clearasil. Finja acceder a cada momento: si tiene que leer, pues lea. Si hay que llorar, gimotee. Si hay que fijar plazo, cédales la iniciativa. Del Cielo nos ha caído este regalito. San Jackie Yang nos oyó”. O algo así.
De más está decir que Osorio Chong aprovechó el momento, (Oh, Juventud, mi divino Tesorito, tal vez pensaría) relamiéndose las expectativas de ser el Funcionario que solucionó el conflicto del “Poli”, sin que se derramara ni una gota de sudor, claro, alguien tenía que caer y pues mejor la Yoloxóchitl y no alguien del círculo espumoso y cercano. Mejor escenario ni en Viña del Mar.
Daba gusto ver a Osorio, como un Marty McFly ya entrado en triglicéridos. Tal vez recordó sus años mozos cuando convencía a las juventudes revolucionarias hidalguenses. No todos toman al toro por los cuernos (con perdón de los animalistas).
Ahora bien, por qué cuando lo buscan las madres de los desaparecidos --víctimas colaterales de las omisiones y goznes oxidados de la maquinaria inquisitorial-- entonces jamás asoma el testuz, ni él ni otros.
Parece que nadie quiere enfrentar este problema. Delegan en ambiciosos activistas de cuello blanco las funciones dilatorias, quienes describen esta tragedia con palabras insulsas ante conductores de televisión con la piel más restirada que el salario mínimo. Los buscamos con presunción de vida, dicen, como si realmente les preocuparan.
Los desaparecidos son el ébola que nos contagió el calderonismo. Seguro sus asesores le dicen que un país con desaparecidos es una mala tarjeta de presentación en esta aldea global que hoy nos honra con su omnipresencia.
Tras sus fallidas audiciones cuando da lectura a las cifras “rasuradas” de los no localizados no se le ve la menor intención de hablar con madres, padres, hijos que han tenido que buscar por sí mismos alternativas de búsqueda porque las autoridades sólo brindan rechazos, dilaciones y omisiones. Breves exposiciones, lecturas tiesas, no contacto o sonrisa fingida, distancia de por medio.
No es lo mismo enfrentarse a las madres dolientes, maduras, curtidas por el llanto y la desesperación, a enfrentar a miles de jóvenes cuyas peticiones pueden resolverse sin tener que pasar momentos de increpaciones merecidas, pero jamás difundidas. El prometer no empobrece, el ráting es el que se arruga.
Para los políticos es más fácil fingir que cancelarían el reglamento interno del IPN que buscar a todos los que faltan. Es más sencillo prometer la derogación de los planes que tecnifiquen la educación que hacer planes de búsqueda tecnificada para evitar dolor en tantas casas.
Y apenas la semana pasada tuvieron que quitar a las madres de las muertas de Juárez que llegaron a “incordiar” al exterior de los sacros aposentos. Lo bueno que él no estaba ahí. Pero Dios es grande, no cabe la menor duda (ni la metódica).
Qué pasaría si todos los familiares de desaparecidos hicieran una marcha multitudinaria y se dirigieran a Bucareli para ver al Señor Secretario y entregarle un pliego petitorio. Ni imaginarlo. A las primeras de cambio entrarían en acción los uniformados para deshacer esa “sedicente” manifestación.
Sin embargo, una protesta estudiantil pacífica del siglo XXI es como un lienzo para el político diestro en pintar angelitos negros que pinta con amor. Reconocemos su movimiento, espeta con suficiencia. Nuestra demagogia se ha cubierto de gloria.
El martes por la noche el titular de la Segob durmió como un bendito. Ayer, el miércoles, al otro día le pasaron la síntesis de medios y en cada nota, video o audio surgía él como un arcángel pedagógico, garante de la paz y el diálogo. Ha nacido otra estrella.
Inédito, dice una conductora con estrabismo: “Nunca se había visto algo así, que un funcionario de tan alto rango se mezclara con el pueblo, y luego con los del ‘Poli’, hágame usted favor”.
No hay como colgarse de un movimiento estudiantil y echar los triglicéridos a remojar. ¡Huelum!